14.12.06

Ajos plantados y bien plantados

Don Toribio una vez al año se levantaba al amanecer, cogía la azada en vez de la callada y salía al jardín.

En la casa todos dormían, salvo Estrella que cuando oía ruido en el piso de abajo rascaba la puerta del cuarto de su amo, hasta que este la dejaba salir.

Entonces muy silenciosamente recorría la casa, olisqueando en busca de algo extraño. Si no había nada por lo que preocuparse, buscaba la puerta entreabierta por la que había salido el abuelo y se colaba por ella.

Y así le encontraba, en camiseta, con los tirantes bien amarrados al cinto, arrodillado ante la larga valla blanca de cal.

Estrella se tumbaba a bastantes metros de distancia y le observaba. Como la cosecha se pretendía grande y el trabajo laborioso, la perra cruzaba las patas delanteras, apoyaba su morro en ellas y resoplaba. Tocaba esperar.

Pasaban las horas y para entonces se oía el ruido de fondo de la radio de la abuela.

Cuando se levantaba y los veía a los dos en el jardín, no podía menos que mover de un lado a otro la cabeza. Mirando al cielo pedía clemencia una vez más.

Olía a pan tostado cuando el resto de la familia bajaba a desayunar.

-Buenos días madre- le decía su hijo dándole un beso- ¿Y padre?

-¡Plantando ajos!- decía resignada.

-¿Y Estrella?- preguntaba entonces, mirando de un lado a otro.

-¡Oh!¡Oh!- pensaban todos.

Entonces silbaba y silbaba, llamando a la perra.

Estrella hacía lo que hacía siempre. Primero levantaba una ceja y luego la oreja. Se cercioraba un ratito de que era a ella, a la que silbaban y remoloneando, como si le pesara el culo, se dirigía a la cocina.

-¡Quieta ahí!- le decían señalando debajo de la mesa.

Al rato el abuelo llegaba sudoroso, llenito de tierra hasta las cejas y con la azada a rastras.

-¡Buenos días Abuelo!-decían todos al verle entrar.

-Pero padre le dije que lo haría yo- le reprochaba su hijo.

-¡Mañana!- Refunfuñaba sin resuello- yo te espero andando.

-¡Este hombre nos va matar a disgustos!- decía la abuela- miralo, si le va a dar algo, todo fatigado.

Pero él no contestaba, dejaba la azada en el garaje y se iba a asear.

Entonces empezaba el reparto de tostadas y de los vasos de leche.

Calentita y con nata, para Fernando. Los pequeños sólo mermelada. Alguno la prefería bien quemada y sólo con mantequilla, otros con aceite y sal, otros con miel ó con paté, pero claro, no siempre había sobrado de la tarde anterior, así que había que conformarse con mantequilla y mermelada...y si alguien a estas alturas del cuento, piensa que Estrella, seguía tumbada debajo de la mesa, está totalmente equivocado.

Allí en la valla blanca de cal, y haciendo unos perfectos hoyos con sus patas delanteras iba dejando al descubierto, a la velocidad del viento, los afanados ajos del abuelo.

¡Todos los años lo mismo!. Ante la voz de alarma de la Abuela, como zafarrancho de combate, uno sujetaba a la perra, el resto volvía meter como podía los ajos en los hoyos, otros iban pisando fuerte la tierra para que, como hacía el abuelo, quedara bien tapado. Y otro vigilaba la puerta.

-¡Ya sale!- Alertaba al poco.

Hecho un pincel, todo de negro con chaleco y corbata, Don Toribio volvía a la cocina.

-¡Buenos días Abuelo!- repetían los nietos, casi terminado de sentarse de nuevo a la mesa.

Entonces todos terminaban de desayunar.

Un año más, alguno con tierra hasta en las cejas.
Un año más, con los ajos plantados y bien plantados.
Y un año más con Estrella atada y bien atada.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

....... el arte de vivir las costumbres, de sentir como el tiempo pasa, pero seguimos siendo los mismos por mucho que nos propongamos cambiar, e incoscientemente nos inspiran, nos agradan las mismas cosas. Cuanto más firmes tenemos los recuerdos, más vivos estámos y con más ganas esperamos el futuro que irremediablemente siempre es igual, quizá con otros personajes pero la historia se repite.

sólocomoamigos

Medara dijo...

Supongo que somos lo que hemos vivido y en ese sentido los recuerdos de la infancia suelen ser el referente, cuando buscamos que queremos ser y a donde queremos llegar.

Nos empeñamos en buscar lo que no hay y en ser lo que no somos. Aunque sigamos aprendiendo día a día "Nadie da lo que no tiene".

Gracias.

Amigoraúl.

Anónimo dijo...

........ tienes razón, nadie da lo que no tiene siempre que la referencia sea lo material, pro cuando hablamos de sentimientos la cosa cambia ....... seguro que más de una vez te has extrañado por la reacción de un desconocido, ...preguntar por una calle y llevarte hasta ella o ayudarte con el carro al salir del súper o simplemente demostrarte cariño sin pedir nada a cambio, Medara hay mucha gente buena suelta por el mundo, sólo nos hace falta ponernos en su misma onda.

Mucha gente sólo sabe dar y les cuesta mucho recibir.

Es curioso cada día me reconozco más solitario, he dejado de ser la primera opción de mucha gente por diversos motivos pero curiosamente me encuentro con más gente que merece la pena, pero por mucho que intentemos cambiar ....... el próximo año volveremos a plantar los ajos con Estrella vigilante.

otraopción

Medara dijo...

¡Por supuesto que hay personas maravillosas en cualquier rincón del mundo!

Por eso digo que nos empeñamos en ser lo que no somos y que creemos ver lo "malo" que no hay.

La frase "Nadie da lo que no tiene", es una frase hecha y en realidad hay que verla en positivo:

"Damos lo que llevamos dentro".

Y yo creo que llevamos mucho bueno.

Saludos.